Los agentes atmosféricos tales como la humedad, la lluvia, el sol y las variaciones de temperatura, deterioran la madera provocando en ella grietas, ataques de insectos, hongos y la habitual fotodegradación que vuelve la madera de color gris.
Para preservar su aspecto estético y alargar la vida útil de las estructuras de madera situadas al exterior (tarimas, pérgolas, marquesinas, cerramientos, etc.), es conveniente afrontar su mantenimiento periódico, mediante la aplicación de productos específicos que la nutran y protejan de la intemperie y especialmente de las radiaciones solares.